Siempre serán lo más importante.

Hay padres que dan todo lo que pueden, y de la mejor forma que saben. No importa lo que digan los demás: sus hijos son lo más importante.

Puede que los genes influyan en nuestro instinto de cuidar a la descendencia, ayudándonos a proteger nuestro legado… pero el amor, ese gran aliado en la vida, no viene dictado por la biología. Nadie puede arrebatarnos ese amor profundo que sentimos por nuestros pequeños, incluso sabiendo que algún día crecerán, se irán de casa y nos dejarán en silencio.

Pero no nos importa. Porque siempre serán lo más importante.

Y sí, un día se marchan. Creerás que te han dejado solo, pero no es así.

Ellos siguen su camino, como debe ser, y nosotros debemos seguir amándolos sin condición.

Siempre.

Una mirada filosófica

Muchos filósofos han reflexionado sobre el amor, la familia y el arte de soltar. Para los estoicos como Marco Aurelio y Séneca, amar también implica aceptar el cambio y la pérdida con serenidad.

El amor no es posesión: es presencia consciente.

Marco Aurelio escribió:

«Ama a los que te ha tocado amar, no como si fueran tuyos para siempre, sino como dones prestados por la naturaleza.»

Séneca decía:

«Ninguna fortuna puede arrebatarte el amor que tú das.»

Epicuro, aunque no tuvo hijos, creía que el mayor placer venía de los afectos duraderos, sencillos y profundos.

En ellos encontraba una fuente de paz interior.

Y Platón, en El Banquete, habló del amor como un impulso hacia lo eterno.

«El amor es el deseo de poseer el bien para siempre.»

Amar a nuestros hijos es una forma de trascender, de proyectar lo mejor de nosotros en el mundo.

¿Y tú, cómo vives el amor que deja ir?

Te leo en los comentarios o en redes.

Porque compartir también es una forma de amar.

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